Cirilo
(o Constantino, 827–869) y Metodio (815–885), también conocidos
como los apóstoles de los eslavos,
fueron dos hermanos provenientes de Tesalónica, en el Imperio bizantino, que se
convirtieron en misioneros del cristianismo primero en Crimea y después en el
Imperio de la Gran Moravia. Se les considera inventores y expansores del alfabeto
glagolítico, usado en manuscritos eslavos antes del desarrollo del alfabeto
cirílico, derivado del alfabeto griego con elementos de los alfabetos copto y hebreo,
que a su vez sigue utilizándose en varias lenguas eslavas.
Tras
la muerte de su padre, Cirilo se marchó a Constantinopla, la capital del
Imperio bizantino, en cuya universidad imperial estudió y donde se relacionó
con ilustres educadores. Ocupó el cargo de bibliotecario de la basílica de
Santa Sofía, el edificio eclesiástico de mayor importancia en Oriente, y
posteriormente fue profesor de Filosofía. De hecho, sus logros académicos le
hicieron ganarse el apelativo de Filósofo. Mientras tanto, Metodio emprendió la
misma carrera que su padre: la administración política. Alcanzó el cargo de
arconte (es decir, gobernador) de una provincia bizantina fronteriza en la que
vivían muchos eslavos. Pero se retiró a un monasterio de Bitinia (Asia Menor),
donde se le unió Cirilo en 855. En 860, el patriarca de Constantinopla envió a
los dos hermanos a cumplir una misión en el extranjero entre los jázaros,
pueblo que moraba al nordeste del mar Negro y que aún dudaba entre el islam, el
judaísmo y el cristianismo. Antes de llegar a su destino, Cirilo se quedó
durante algún tiempo en Quersoneso (Crimea), donde, en opinión de algunos
especialistas, aprendió hebreo y samaritano, y tradujo una gramática hebrea al
idioma de los jázaros.
“Nuestra nación está bautizada, pero todavía
carece de maestros. No entendemos ni el griego ni el latín. [...] No entendemos
los caracteres escritos ni su significado; enviadnos maestros que nos enseñen
las palabras de las Escrituras y su sentido.”
Ratislav I, príncipe de Moravia,
862 D.C.
En
el año 862 fueron invitados por el príncipe Ratislav I para propagar el cristianismo
en lengua eslava en la Gran Moravia, cosa que hicieron hasta sus muertes, en 869
(Cirilo en Roma) y 885 (Metodio en Gran Moravia), respectivamente.
Para
llevar a cabo su misión, y gracias a los conocimientos de la lengua eslava que
tenían (su madre era búlgara), desarrollaron la escritura glagolítica, mediante
la cual tradujeron las Sagradas Escrituras al antiguo eslavo. El papa Adriano
II otorgó en 867 una bula por la que se reconocía el uso del antiguo eslavo en
la liturgia, uso que sigue recibiendo en varias iglesias ortodoxas eslavas.
Posteriormente
según el polaco Rocznik Krasińskich, los dos religiosos continuaron su viaje
convirtiéndose en los primeros maestros de la doctrina Cristiana para el Gran
Príncipe Géza de Hungría, quien era aún pagano. Si bien el primer acercamiento
fue con doctos ortodoxos, posteriormente los húngaros se cristianizarían bajo
el rito católico romano, tras la iniciativa de Otón III del Sacro Imperio
Romano Germánico y la actividad evangelizadora de San Adalberto de Praga.
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